Enmaraña visitantes, los vuelve adictos sedientos de piel enchinada.
Basta su vastedad para escuchar el estridente empape de sus tinturas recién horneadas.
Charcos de amalgamas puntillistas gotean de sus instalaciones privadas, colgadas de las paredes ocultas de sus almacenes importados.
La obra escultural recién develada, “no tocar” resplandece a los pasillos largos, a las paredes blancas y a la cálida duela “quiero caminar desnudo”.
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