Eludí a la papa al horno. Lo logré. ¡La vencí! ¿Papa al horno? No gracias. No quiero llenarme con eso. -Pero está muy…. -¡PERO NADA! Papa al horno no voy a cenar. Eludí su cebollín, su crema y más crema, su aceitosa mantequilla, toda <entera> la eludí.
Devoré en cambio, la crocante nueva variedad de verduras con sus aderezos ranch y mil islas. Preferí una versión más pequeña y controlable de carbohidratos. Una exquisita ensalada de pasta y más papa.
Al que no eludí fue al peor de los miserables: al maldito. Maldito pollo. ¡Desgraciado una vez más! ¡Oh inconciente error! tomé un trozo tuyo como por instinto, después de ver a una delgada y hermosa dama llevarse a tu vecino, que parecía noble, que tenía cara de bondad en toda su empanizada figura. Me engañaste de nuevo, ineludible pieza bañada y frita de mentiras.
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