Las gringas Vicky y Cristina, llegan a la coloreada y bien formada Barcelona de Gaudí a pasar sus vacaciones de verano. Vicky sabe lo que quiere; Cristina lo único que sabe es lo que no quiere. La primera (Rebeca Hall) es recta y está comprometida, mientras que la segunda (Scarlett Johansson) no.
Se topan con el galán/artista Juan Antonio (Javier Bardem), quien sin rodeos las involucra en sus amores desparramados. Maria Elena (Penélope Cruz), es su ex-esposa con quien tuvo severos problemas, por falta de qué-se yo-que-ya-verán.
Woody Allen dirige Vicky Cristina Barcelona que, en lo particular hizo que me enamorara con hartas ganas de Barcelona. De una Barcelona mediterránea, llena de casitas tranquilas, cuna de artistas, colores vivos, óleos, fotografías, del mar, del vino… Me quiero emborrachar de vino todo el día en los cafés de pueblecitos tipo Oviedo.
Yo me divertí, gocé, conocí otra Barcelona. Y reconocí otra perspectiva del amor, muchas veces el que está más seguro de lo que debe ser, es al que más fácil le pueden mover el corazón. Codependencia, interdependencia, independencia, decidir por uno o que los demás decidan. Tomar el camino seguro, o de seguro dejarse tomar. (Aunque sea a copas de vino con guitarras españolas)
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