Al día siguiente descubrí que un fino cabello quiso quedarse conmigo. Me platicó que era tuyo porque aún olía a ejercicio. Basta ya. Me sorprendiste… ahora debes creerme un mentiroso: ¿cómo es que quiso quedarse conmigo? ¿Cómo es que me atreví a olerlo?
Pues bien, era un cabello joven. Con joven no me refiero a que provenía de una joven aunque así fue el caso, realmente… era corto de edad. Su perfección me hace pensar que decidió apartarse de ti. Le tenía harto tu folículo piloso o la gorda glándula sebácea. No estoy muy seguro, pero en un instante tomó valor, se arrojó con rebeldía y se me enredó.
Fue en la mañana cuando noté una fragancia extraña. ¡El asesino quería ahorcarme! A pesar de su juventud, de su fuerza, de su nada quebradiza textura, apenas logró enredarse a mi dedo meñique como recordándome una cita. No esperó lo suficiente, sus cálculos erraron, si hubiera envejecido un poco más, yo ya estaría muerto.
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