“Está feísimo tu escrito, *****isimo tu pensamiento, poema o lo que sea, no es lo tuyo, dedícate a escribir otra kosa okkk…”
Es lo que recuerdo de un mensaje encontrado ayer en mi chat.
Yo te respondo: Me da pena ajena tu comentario, deberías de buscarte otro blog en dónde proyectarte. Aunque, qué se te puede exigir cuando de por sí es difícil que te atrevas a comentar. Por eso te dejo todas las comodidades, para que dejes tu rastro mal-oliente y huyas cobardemente. Pero aún así no… no esperaba eso de tí, mi visitante aleatorio.
Por atrocidades como esta, es muy cómodo pensar en la posibilidad de cerrar los comentarios de un blog. Y sé de lo que hablo, ya lo he hecho. Dicen que es bueno que un texto produzca reacciones. Es perfectamente entendible que existan personas a quienes no les parezca. ¿Pero comentarios sin fundamentos? ¿Opiniones lanzadas al azar de perfectos desconocidos?
¿Quieren mi opinión? Son sólo mal-cogidos que no pueden completar una frase sin tropezarse con su propia estupidez. ¿Por idiotas como en este ejemplo debería de cerrar los comentarios? Se la pasa uno muy bien dialogando con los amigos, así que no.
A quienes no les parezca, que se aguanten o que simplemente se retiren, este es un blog de carácter personal que va dirigido a mis personas. Lo bueno que no iba dirigido para el/ella/eso, lo mejor es que a quien iba dirigido le dibujó una sonrisa.
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