Hoy de noche, ¿tratas de escapar de qué? No importa, tratas de hacerlo. Y lo haces como te gusta, sintiéndote libre. Bajas tus vidrios eléctricos y subes el volumen de tu stereo. Eliminas la música del motor con la que viene en el cd. Le subes hasta que es necesario ecualizar los bajos, y llegas al límite. Se erizan tus oídos y tu piel escucha. El aire entra como si no le importara que estuvieras ahí. Choca violento contra tu cuerpo cuya temperatura desciende a medida que tu pie se sumerge en el acelerador. Tu freno desaparece. El freno ya no es más grande que el acelerador, ahora es minúsculo y la gravedad te ayuda a olvidarlo. Bajas por tu pista favorita. Tomas las curvas y en vez de bajar la velocidad la aumentas. Y no estás solo. Otros como tú hasta te retan. Como si fuera lo más normal olvidarse de que con cada sumergida se va el dinero en combustible. Y así lo es. La gravedad ayuda de nuevo impulsándote y tu automóvil parece no quejarse ante el nuevo bache nocturno. Y el bache como que siente que algo le pasó encima. Pero algo le pasó volando. Tu brisa lo abraza y lo mueve de lugar. Lo hace dar algunas vueltas. Pero no alcanza a reacionar y se queda solo. Atento a ver si alguien más que no vaya volando caerá en su trampa. Hoy de noche, haz escapado, ¿de qué? No importa, ya lo hiciste.
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