¿Recuerdas a Moseta? Por la noche llegó a la cocina mientras yo estaba lavando los platos. Pero no venía a visitarme ni a pedir su premio de queso. Moseta pasó por un ladito como con prisa levantando una patita y atravesó su túnel para construir con su culo una torre de Babel. Plop. La torre se derrumbó y yo lo vi todo desde la ventana. Vi cuando Moseta regresó al túnel y me vio con temor de cruzarlo. Recordó las veces en que se quedó unos minutos afuera como castigo por ir al baño donde le agarraban las ganas. El trauma la obligó a regresar. Con el rabo entre las patas exploró de nuevo el patio, su gran baño, olfateó y adoptó la posición de la que no hay vuelta atrás. Echó una meada y se hizo pendeja un rato como si supiera que hay cosas que a los perros se les olvidan rápido. Orinó para olvidar, para olvidar que yo seguía vigilándola. Subió por las escaleras del patio y la perdí de vista. Tal vez antes de regresar al túnel decidió dar alivio a la tensión de sus glándulas anales arrastrándose con sus patas posteriores como si estuviera lisiada o quizás simplemente reflexionó: En su interior Moseta sabía que yo no le iba a aplaudir por algo que es su deber. No cagarla en la casa.
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