I
Leer siempre me ha costado algo de trabajo y es que soy demasiado visual. Un libro de 500 páginas con letra chiquita, por más que huela a nuevo (de todas formas nunca fui bueno con el olfato) no me llama. Pero los retos… los retos me fascinan. Y un libro puede convertirse en reto desde el momento en que le metes un separador. Lo que a mí me ha funcionado, es agarrar un libro y leer unas cuantas páginas. Cuando lo retomo, sin importar si me acuerdo o no de lo que había leído, o miles de pretextos más, el separador me reniega: “muchachito analfabeta, tú de aquí no te regresas.” Y avanzo algo…. Con el tiempo voy avanzando y cuando llego como a la mitad, reflexiono que… es como cuando voy corriendo y en vez de contar cuantos km. llevo mejor me fijo en los que me faltan. El separador me ve con una cara de pocos amigos: “¿No me vas a venir con el chistecito de que lo abandonas, si ya leíste la mitad o sí?”.
II
Y es que me he inventado hasta técnicas para separar. El separador no es solamente capaz de indicar la página en la que te quedaste, sino incluso la línea. Y no hablo de los separadores gay listoncito de biblia. Hablo de los rectangulares que hasta pueden ser diseñados por tus amigos como un excelente regalo. En mi carrera por terminar un libro, cada línea cuenta. El lado “de arriba” indica la página actual, mientras que en vez de poner al separador verticalmente, lo hago de forma horizontal para indicar el párrafo en el que me quedo.
III
A veces hay índices como el III que no dicen nada o no te dicen nada. Ahí el separador es mejor no utilizarlo y leer de corrido hasta el IV.
IV
Ya para lo que queda de libro, o de entrada de c0o1.com, esconde el separador. Así puedes crear la ilusión de que no tienes con qué separar y probablemente no termines nunca el libro sin tu instrumento de control. Por lo que leerás de una sentada o acostada hasta ver el “Fin”.
Fin
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