He decidido no soñar. De niño contaba mis sueños con un agregado de fantasías diversas: cuando mi sueño era inverosímil le añadía punzantes toques de realidad, cuando era demasiado soso lo convertía en una fascinante pero sobre todo, envidiable aventura.
“¿En serio soñaste esooo? ¡Guaaaau! ” – ladraba el niño del topper de salchichas cubiertas con Valentina y limón.
Decidí no soñar y eso lo recuerdo como si se tratara de un sueño, es decir, de forma ambigua y poco confiable. Habrá quien diga que sueña y recuerda fielmente sus sueños, yo digo que esto no es posible.
Tengo la creencia de que antes de ser contados, todos los sueños son aderezados con ambrosías celestiales. Pasan por un filtro que los baja del mundo de algodón al de concreto. No todos cuentan sus sueños tal cuál y según mi impresión, esto se debe a que es demasiado tentador continuar una historia que aparentemente surge del azar.
En los sueños parece no haber reglas: están aquellos donde las relaciones sentimentales son sendas poligamias que a la Virgen María parecen no incomodarle; incluso la llegan a ruborizar. En los buenos sueños toda la gente lee porque ignora que le hace bien. En los más inverosímiles los políticos son héroes y la Selección Mexicana de Basquetbol es respetada mundialmente.
Mientras más realista un sueño, más pesadilla se llama: acabo de soñar que descubría a quien me trae enamorado siendo erotizada por un “amigo” suyo: ¡qué pinche coraje me dio!, para desahogarme hasta me desperté a escribirlo: http://bit.ly/Xpg3U
Recuerdo mis sueños cuando no estoy bien dormido y a estas migrañas les llamo pesadillas. Así como hay buenos y malos sueños, creo que hay pesadillas y pesadillitas que no vale la pena tomar en cuenta.
Para qué soñar, para mí es mejor vivir en este mundo estando atento, escuchando los sueños de los demás para extender las propias fantasías. Es darse una ducha y cerrar los ojos para sentir cómo se tapan los oídos y nos transportamos a una cascada. Es convertir las pesadillas en sueños. Es darle un beso a alguien con letras y luego encontrárselo y dárselo en persona. Vivir para mí es soñar. Dormir es para descansar.
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