Más de una vez se me han ido los ojos al plato del centro “para compartir” cuando queda aún alguna pieza huérfana.
Cómo crees que vamos a desperdiciar… seguro me cabe en la panza, mi precioso, pienso.
Maldito TOC de puerco.
Y es que entre que todos están casi llenos y comen más lento y mastican como humanos y ya no tengo nada qué hacer, pues agandallo.
En la familia de mi esposa todo se divide en partes iguales. La primera vez que me enteré de esta costumbre se me cruzaron los cables.
Se me hizo medio codo.
Pero en realidad tiene sentido. En mi familia había tal abundancia e integrantes menos tragones que no hacía falta hacer cuentas. Al final yo limpiaría todo, el gordazo.
¿También te vas a comer eso? es una pregunta habitual en mi vida. Pensaba que incluso era una característica educada, una consideración de mi parte. Excepto aquellas veces en las que sin acabar de formular la pregunta aún, ya me había zampado medio bocado.
Hay gente afectada con estas acciones. Por ejemplo, he tratado de ser más considerado con mi señora esposa y ya trato de repartir desde antes, de resolver el pedo antes de que ocurra.
No entiendo esta idea de dejar lo más bueno al final. Soy de comer de todo un poquito, como los japoneses.
Al final trago de más por aburrimiento o por inercia.
En el tiempo muerto, cuando me tengo que frenar, preparo el café para darle chance a los demás.
Jos.
Diarios de cuadritos (24 de 30)
Deja un comentario