No me interesa el tamaño de tus aretes. Menos me importa la talla de tu sujetador. Cada cuándo y cómo te depilas. La manzanilla de tus toallas femeninas. Si tienes diarrea y debes o no decirlo. Cuándo estás más flaca o engordas. No me importa tu cabello ni me importa que me obligues a que me importe todo lo anterior.
No me interesa el tamaño de tus aretes ni el tamaño de la perforación que te hiciste, ni si te la hizo tu mamá de chiquita porque a ella no se la pudieron hacer de chiquita y qué tanto le dolió. Hablando de tu mamá, me pregunto si tiene alguna perforación de cuando era hippy. Y no es que me importe tanto pero a mi mamá no la veo tan hippy como para hacerse una perforación. El otro día que te vestiste de hippy me pareció ver a tu mamá y a todas las herencias que te dejó. Como la talla de tu sujetador.
No me importa saber la talla de tu sujetador porque me basta, me sobra más bien con recordar el tamaño que mis manos me han reportado de tu par. Más que importarme la talla de tus bubs me importa el hecho de que no supe cómo llamarle a ese invento de pudor. Eso de brassiere me suena anticuadísimo y bra ya lo he usado para otros ensayos. Pero no, no me importa tanto que te preguntes por qué le llamo sujetador a la prenda que te las soporta.
Y ya entrando en detalles de tu -casi siempre sedosa- piel, no me interesa saber cuándo te vas a depilar las piernas ni qué método usarás esta vez porque siempre te las ingenias para que en los días –según tu– peludos, tus pegaditos jeans encajen a la perfección y hagan que mi imaginación no vuele, sino que se extasíe con lo que ve, distrayéndome de la posibilidad de que conoces lo que es un vello.
Tenía que esperar a hablar de tu piel y a que el ensayo llegara más o menos a la mitad para decirte que no me interesa saber lo que sigue. Tú sabes y siempre lo has sabido, así que ni me metas. Es tu decisión que escojas respecto a tus toallas femeninas: con o sin manzanilla. Al fin y al cabo es tu máxima suavidad y respirabilidad respecto al control de olores la que está en juego y no la mía.
No me importa que me digas que lo de las toallas te provocó cólicos, mucho menos diarrea. De todas formas nunca me dices cuando tienes diarrea porque según tú esas cosas no se deben de decir. Si un día tienes diarrea y puedo hacer algo por ti, dime, ¿o sabes qué? ultimadamente no me digas que al fin y al cabo no me importa.
No me importa cuando estás más flaca o más gorda porque te subió o te bajó, pero si quieres que me fije más en eso, lo haré. Es más, puedo fijarme más en cuando estás más flaca y cerrar los ojos discretamente cuando estés más gorda. O señalarte tu gordura para que te de coraje y enflaques aunque en el fondo sepas que te miento y no me importa mentir.
Decir que me importa tu cabello es una mentira. Es decir, tú te encargas de él y ¡lo haces muy bien! Está locochón un día, bonito y planchadito otro, y así, pero no me importa porque como tienes buen gusto, no me importa tu cabello sino que conserves tu buen gusto.
Sería de buen gusto que no me importara que me obligues a que me importe todo lo anterior. Pero no me importa, no me importa, no me importa. O también puedes obligarme si es que te importa, no me importan tus intimidades.
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