Hace apenas unos días, durante la última jornada de la FIL, asistí casi por casualidad a la presentación del libro de cuentos titulado “Las palabras revoloteaban como las moscas alrededor de la mierda: el zumbido de sus alas era el de la rutina”, que le ganó a Alejandro Aguirre Riveros el Premio Estatal de Cuento de Baja California Sur 2017.
Estaba hasta la madre de cansada y algo indigesta a causa de unas tiras de pollo Kentucky que me acababa de aventar con algunos miembros de impetuosa, pero cuando Lizeis, quien iba a presentar el libro entre un mordisco y otro a su hamburguesa de pollo nos contó sobre qué trataban algunos cuentos y mencionó el kilométrico título, no dudé en asistir.
Como narradores, titular una colección de cuentos o una novela puede ser truculento. Hay quienes no inician hasta que lo tienen, hay quienes esperamos hasta el final para ver cómo diablos le hacemos y nos topamos con que la mayoría de consejos insiste en que optes por un título conciso y corto, fácil de recordar. Sin embargo, de pronto uno descubre un título como éste y resulta que todos los recordamos no sólo por evocador, sino por el reto que implica citarlo.
El título de Alejandro Aguirre surgió, según dijo durante la presentación, de un poema de su autoría que le gustaba mucho y le resolvió, de alguna forma, la estructura de su colección de cuentos: no fue un capricho, le dio sentido. Dividido en una sección dedicada a las minificciones (subtitulada como Moscas), una dedicada a cuentos realistas (subtitulada Rutina) y una última en la que el absurdo rige el desarrollo de los personajes (Zumbidos), el libro cumple con lo que su título promete: un viaje mordaz que hará sonreír y sufrir al lector, con un lenguaje directo y una naturalidad para tocar las peores fibras de la naturaleza humana, sin prescindir del humor.
Pero, ¿cómo diablos llegar a un título? En mi caso, confirmo con el libro de Alejandro que no hay fórmulas, pero comparto algunas estrategias que alguna vez me han ayudado:
- Si se trata de una colección de cuentos, elige el de tu cuento más fuerte, el mejor de la colección y ponlo al final (para que se avienten todos los demás antes o se brinquen a él y le den sentido a la colección desde ese faro).
- Elige el diálogo matón de un personaje, como hacía Raymond Carver: “¿Puedes hacer el favor de callarte, por favor?” “¿De qué hablamos cuando hablamos del amor?” ó el maravilloso título que a su vez da cierre a la novela de John Fante: “Pregúntale al polvo.”
- Acude a un libro de poemas de tu gusto: quizás algún verso o metáfora sea congruente con lo que quieres comunicar.
- Identifica tu tema: aunque sea una colección de cuentos seguro hay un hilo conductor, y si es una novela, algo predomina, una obsesión tuya que ronda el fondo de tu historia como una ballena y que, si le logras nombrar como tema, te permitirá buscar lo que otros pensadores y poetas han dicho al respecto. Quizás alguien ya te hizo el favor y dijo algo grandioso que puedes usar como epígrafe. Por ejemplo, para una colección de cuentos sobre la locura, encontré una frase de Herman Melville, de Moby Dick que dice: “La locura humana es a menudo astuta y felina. Cuando se piensa que ha huido, quizá no ha hecho sino transfigurarse en alguna forma silenciosa y más sutil”… Fue a partir de esta cita que decidí titular a mi colección “Silenciosa y sutil”.
(Ojo que yo ya cometí un error con esto y no lo supe hasta muy tarde: corrobora de quién es la cita, para que no te digan que no fue Ovidio sino Paul Éluard cuando el libro ya está editado y te tienes que esperar a ver si hay segunda edición para corregir la metida de pata.) - Evita títulos de películas o canciones que ya existan, pero siéntete libre de jugar con ellos y torcerlos un poco para que funcionen a favor de tu colección, si te parecen pertinentes.
- Elabora pequeñas listas con tus premisas, juega con ellos cambiándoles una u otra palabra. Parece ocioso, pero a veces el azar nos lleva a una iluminación.
- Escucha y observa a tu alrededor con atención. En la búsqueda del título puede suceder que una conversación con un amigo, una frase en la televisión, un juego de palabras en un espectacular o un letrero de la calle te den la respuesta: si tú estás en sintonía, encontrarás la tonada correcta.
- No hagas encuestas con tus amigos y familiares: quien debe estar convencido de tu título eres tú, el autor y creador de la obra. Demasiadas opiniones sólo te confundirán y cada quien te dará una alternativa según lo que han entendido de la obra y nadie la conoce mejor que tú.
- No importa qué tan largo (La triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada) o qué tan corto lo prefieras (Catedral, 2666, Bonsai). Lo importante es que a ti te convenza.
Tituló para impetuosa, Cecilia Magaña.