Hace unos años aún podías escuchar a algún genio declarando tener el proyecto editorial más revolucionario del mundo condenado al fracaso, debido a la censura/dominio/persecución de las mafias de poder/los illuminatis/el osito Bimbo. Hoy no es distinto: si te sientas en cualquier mesa de café es posible que escuches a alguno. Pensándolo así es triste que nos encontremos en un momento histórico en el que toda persona con el suficiente espíritu para quedarse sin tiempo libre, puede iniciar con su proyecto, ahorita ya.
Cómo le vaya a ese proyecto, es otro cantar, pero por ahora, ningún ente imaginario o institucional está calificado para detener tus sueños de volverte la publicación referente sobre la sémola de Trigo en Latinoamérica; los cambios de nuestros días han venido a eliminar a los intermediarios entre el público de lo que haces y lo que haces y puede ser que el clima nunca vuelva a ser más propicio para levantarle las anclas a esa publicación que has pensado por años.
Si todo va bien, te harás de tus primeros lectores, sin importar de dónde salgan, acertarás una o dos veces por una intuición muy cercana a la serendipia y entonces… entonces comenzarás a procrastinar, sí señor. Al principio pensarás que no es grave, intentarás ser indulgente porque muchas de las certezas que tenías cuando todo estaba solamente en tu cabeza comenzarán a desaparecer y luego de algunas semanas, te encontrarás incluso sistematizando las razones por las que te encuentras a la deriva, como por ejemplo:
Tu proyecto es muy ambicioso
Toma una hoja de papel, escribe en ella, en menos de dos líneas, la idea ganadora que se encuentra detrás de tu revista. Ahora tacha las palabras “líder”, “nacional”, “global”, “futuro”, “proyección”, “universal”, “éxito”, “todos” y las que más o menos se le asemejen.
Si acabas de quedarte con dos líneas de texto por completo tachadas, tenemos dos problemas: el primero es que no tengo idea de cómo redactaste dos líneas coherentes, el segundo es que necesitamos mandar de vacaciones ganadoras, exitosas y productivas al mercadólogo optimista que da clases de “lenguaje de poder” y que al parecer ha secuestrado parte de tu cabeza.
Orientarnos respecto al potencial y alcances de nuestra publicación tiene todo qué ver con analizarnos a nosotros mismos como lectores y usuarios del internet, ¿dónde pasamos la mayor parte del tiempo los lectores internautas, cuándo es que seguimos leyendo, cuándo cerramos la página prácticamente haciendo una trompetilla? Si tu proyecto es demasiado ambicioso y tus recursos muy limitados, tarde o temprano el esfuerzo que presupone cumplir con una agenda de objetivos gigantescos (dominar el mundo) terminará siendo impracticable, lo que por supuesto no significa que debas renunciar a dominar el mundo, pues también puedes terminar estancado si…
Tu proyecto es poco ambicioso
“Al demonio con ser el referente global sobre la sémola de trigo, es demasiado trabajo y Monsanto de plano no tiene el menor interés en fondearme”, dices, y cerrando todosomosemola.org, la emprendes contra tu próximo proyecto: palillos.com.
Un sitio sobre palillos.
¿La idea es mala? Pues… no. No realmente. Un primer problema puede ocurrir en el momento en el que comencemos a perfilar al visitante de nuestro fascinante espacio: ¿quién escribe “palillos” en el buscador de google?, pero vivimos en un mundo en donde uno de los mayores hits de nuestro mundo lector lo representa un sitio de noticias que no tiene la menor intención de decir la verdad, así que va, palillos.
Y aquí topa tu proyecto: ¿cuántos tipos de palillos pueden alimentar las entradas diarias o semanales, cuántos datos curiosos sobre palillos puedes citar en la fanpage, cómo puedes hacer que el público convierta este sitio no sólo en una parada de su vida en línea, sino en algo que quiera recomendar? El problema focal en este supuesto no se encuentra en la apariencia risible del tópico (tal cosa es en realidad un efecto), sino en las líneas que lo delimitan; la monotonía, además, terminará convirtiendo a palillos.com en lo peor que puede pasarte: un sitio que lamentas tener qué actualizar. Pero si palillos.com sufre por extender sus límites naturales, algo mucho peor ocurre cuando a una semana de haber creado tu publicación te sorprendes a ti mismo blofeando:
“Por supuesto que sé manejar una revista digi… ¿Do… DÓNDE SE LE PICA PARA QUE SALGA EN NEGRITAS?”
Ah, la amada simplicidad, ¿No sería lindo que simplemente presionaras un botón desde la ventana de Word en donde has estado escribiendo y WordPress o cualquier otra plataforma de manejo de contenido se encargara exacta y precisamente de hacer lo que esperas que haga? Sí, claro, eso es lo que cualquier herramienta de publicación en línea va a venir a prometerte… y entonces, cuando ya te hayas casado con ella y hayas invertido en cumplir sus “sencillos pasos”, sorpresa:
Ni WordPress ni la plataforma que hayas elegido para publicar te ha mentido. El asunto es cómo entendemos esta idea de “simplicidad”: cuando algo nos los promete, creemos que nos está prometiendo no tener qué hacer nada. Y en efecto, si no estás interesado, por citar un mínimo ejemplo, en quitar todas las frases en inglés que las plantillas o temas para blog suelen tener, entonces sí, no tienes qué hacer nada.
Quitarlas, por otro lado, va a necesitar que te documentes, investigar al menos de dónde demonios saca esa palabra en inglés y si eres un ejército de una persona y además te encargas del contenido, ese tiempo se lo vas a terminar restando a lo que tendría que ser tu actividad central, publicar contenido. Dos posibles soluciones: la primera, reajustar el tiempo y entender qué aprender a publicar en línea es un proceso permanente. La segunda, hacerte de un equipo más extenso, alguien a quién delegar esa función, puede ser complejo si no eres precisamente sociable… y si no eres precisamente sociable, descubrirás también que:
Tu recepción te abruma
Durante la vida natural de un blog, es posible que pases mucho tiempo algo triste, mirando el espacio dedicado a los comentarios por completo desierto. ¿Por qué nadie comenta? Una primer respuesta se encuentra en ti mismo: ¿qué tanto comentas las cosas que te gustan? Así es, la mayor parte de los usuarios de internet no suelen detenerse ante asuntillos como esos, una segunda respuesta es aún más simple: no se los has pedido (en serio) y esa segunda respuesta nos trae a un problema que ocurre cuando tu publicación comienza a tener comentarios.
Hasta que no pases por leer un enorme corpus de comentarios de las más diversas idiosincrasias e intenciones, pensar en el extraño estrés social que provoca leer esos comentarios sobre algo que has escrito te parecerá un chiste; todos nos sentimos maduros y listos para recibir las críticas y opiniones más diversas a las que se pueden tener acceso en internet hasta que, bueno… las recibimos. Pandear este problema tiene qué ver también, contigo mismo: ¿cuáles son exactamente los comentarios que te molestan, por qué razón?
Y en el fondo, el problema es simple: en algún momento del desarrollo de nuestra civilización, la etiqueta internetera se convertirá en una certeza tan confiable como lo es esperar que todos en la calle lleven (al menos) sus genitales cubiertos, todos entenderemos que el espacio para dejar comentarios no es un equivalente al muro del baño de una central camionera, en la que tampoco deberían estar rayando lo que les dé le gana. Mientras eso pasa, tú tienes dos opciones reales con sus muy particulares pros y contras: apagar los comentarios o dejar que tu recepción fluya sin abrumarte demasiado por los criterios de apreciación de CACHONDONA777.
Y lo peor que puede ocurrir cuando estás evadiendo algo que dijiste que ibas a hacer con otra cosa que estás haciendo es que todo esto está ocurriendo en internet, un lugar en donde hay cosas como:
Netflix
“Jesús, ¿hicieron una serie basada en Scream, esperan que termine hundiéndome en una idea tan básica?”
Vamos, el mundo puede ir descubriendo poco a poco el valor de tu publicación, ¿qué podría pasar, que censuren el internet? De cualquier modo tendrás mucho tiempo durante el fin de semana y si no en este fin de semana, en el siguiente te pones al corriente y listo. Descansar es humano y además, igual de complejo que trabajar. Hay días y momentos en tu vida en los que simplemente necesitas darte un respiro y en una enorme cantidad de casos, el problema detrás de tu procrastinación se encuentra en que no tienes un espacio planificado para no hacer nada… así que sí, reservar un espacio para descansar, es parte del trabajo, ya dale al play.
Procrastinó para impetuosa: José Pérez